Post original de Bruno Jourdan en Les Mondes de Pval.
La biblioteca del hotel griego donde pasé unos días el verano pasado disponía de un fascinante libro de Jacques Ruffié y Jean-Charles Sournia: "Las epidemias en la historia del hombre" (Flammarion, 1984 y 1993). Los autores explican con gran pedagogía por qué la medicina ha tardado más tiempo en desarrollarse en las civilizaciones de grandes religiones monoteístas que en la civilización egipcia.
En las culturas europeas, explican, la enfermedad es una enfermedad-castigo, fruto de la voluntad de Dios. La mejor prueba de ello es, por ejemplo, la sífilis: es en los órganos sexuales que aparecen los estigmas de la enfermedad, los dos protagonistas son castigados por sus pecados, la enfermedad es el pecado.
Al contrario, el antiguo Egipto propone un Mundo muy diferente. Se separa el castigo de la enfermedad. El castigo, si debe haber castigo, viene después de la muerte. Es el secretario Thot que en el tribunal de Osiris pone el corazón del difunto en uno de los platos de la balanza y sus buenas obras en el otro, dependiendo de la orientación de la balanza será recompensado o castigado. La enfermedad no está incluida en lo religioso y para comprenderla es necesario adoptar una visión racional y pragmática. La enfermedad es un accidente que debe ser analizado.
Lo que es interesante es la oposición de ambos Mundos. Por ejemplo, los judíos en el Talmud estaban convencidos de que los egipcios fueron víctimas de la peste, por que no conocían al verdadero Dios. Entre los cristianos, Cristo es el sanador sobre todo si añadimos que el sufrimiento es esencial para la redención. Para sanar, los peregrinos iban de un extremo al otro de la tierra e iglesias, mezquitas y sinagogas se llenaron durante las epidemias. No es de extrañar que en este mundo la medicina haya tardado tanto en desarrollarse, los médicos eran ejecutados por infieles: Averroes en el siglo XII tuvo una existencia agitada, ya que lo acusaban de racionalismo y los descubrimientos sobre el contagio de Ibn al-Khatib en el siglo XIV y de Fracastor en el siglo XVI cayeron en el olvido durante varios siglos, por que el mundo que les rodeaba tan sólo contemplaba el origen divino de la enfermedad. El médico era impío porque era un obstáculo a la voluntad divina.
Este tour histórico es un ejemplo más de que nuestro Mundo, el nuestro, el de nuestra empresa, nuestra familia o nuestra clase social nos condiciona estructuralmente para comprender y analizar determinadas situaciones, acontecimientos y tomar decisiones.
El único consejo que me permito dar para no caer en el síndrome de la enfermedad-castigo es el de empezar por comprender y formalizar nuestro Mundo, las creencias y limitaciones que se le atribuyen, y también sus fortalezas. Cualquier proyecto de cambio debe empezar por este punto.
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