Por Silvia Noé
El sábado por la mañana, mientras escuchaba la radio, entrevistaron a un taxista de Igualada, Taxi Driver 2.0, que ofrecía a sus clientes una serie de servicios adicionales en los desplazamientos: uso del ipad, wi-fi, electricidad, tv, impresora, ordenador portátil, visa / mastercard…
Afirmaba que muchos de sus clientes eran totalmente fieles: le llamaban específicamente a él si necesitaban un taxi. Había creado un vínculo de confianza con ellos puesto que en más de una ocasión les había sacado de un atolladero, gracias a su ingenio y espíritu de servicio.
Me hizo pensar en todo el proceso de Venta Compleja:
Cristalizar la idea: cuando subimos a un taxi y tenemos un dolor (solemos tener alguno en los últimos tiempos) -somos el VITO. Como tal disponemos del presupuesto para pagar la solución y podemos ser inducidos por las habilidades comunicativas del taxista para compartirlo.
Arrancar el proyecto: los decisores somos nosotros, cuando digo nosotros es cada una de las personas que toman un taxi cada día, y es labor del taxista identificar resistencias y motivaciones. Otra vez haciendo honor de sus dotes comunicativas, de escucha y gestionando el arte de preguntar sin que el interlocutor – pasajero se sienta avasallado.
Valorizar la solución: siguiendo con el paralelismo, el taxista ha creado un perfil en facebook para presentar su oferta, seguir recogiendo sugerencias e interactuar con sus clientes y potenciales. ¡Está poniendo en valor su solución!
Capitalizar la venta con el cliente: seguro que los clientes de nuestro amigo taxista han hablado de él entre sus conocidos, familiares y amigos. Ellos siguen fieles a su proveedor de soluciones.
Mi conclusión es que en el contexto en el que todos vivimos, si queremos afianzar nuestros negocios, sean del tipo que sean, hemos de trabajar en esta línea. Requiere iniciativa, creatividad y en ocasiones transgresión pero… ¿Por qué no?
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