Por Silvia Estrems
Entre dos mundos distintos, el acuerdo es poco natural y problemas pueden ocurrir para identificarlo, crearlo, y consolidarlo.
Hay tres tipos de relaciones que se pueden establecer, habitualmente:
El desacuerdo: Resolver la controversia requiere una clarificación de los "objetos" de la relación, porque no son claros. Las partes interesadas no tienen un "alfabeto" de sincronización. Las palabras, los objetos, no tienen el mismo sentido, o incluso el mismo significado emocional: por ejemplo, entre la dirección de una empresa y los representantes de un sindicato radical, el desacuerdo es casi constante ya que incluso en los raros momentos en que el acuerdo sobre el fondo sería posible, las palabras, el concepto y el sentido son tan antagónicos que incluso impide a los protagonistas ver el potencial del acuerdo.
La disposición: La relación se puede establecer en base a una transacción, limitada en el tiempo y el espacio. Los dos mundos saben que no están de acuerdo, pero identifican una transacción que les permitirá intercambiar en una área delimitada en espacio y tiempo. Esto es regateo. No se construye en un mundo común. No es generalizable a otras personas u otras situaciones. Esto es un "pequeño arreglo entre amigos" que se mantiene provisional y está íntimamente ligado a las personas.
El compromiso: Los actores son muy conscientes que no son del mismo mundo, pero sus dos mundos están lo suficientemente cerca para que se pueda construir una forma de acuerdo sostenible. La interacción "compra-venta" es un excelente ejemplo de compromiso, siempre y cuando lo que se intercambia entre cada mundo es explícito. Cada uno tiene su interés y la respuesta de "acuerdo" es traducible, justificable dentro de cada uno de los mundos que interactúan.
A menudo será necesario cambiar su propio mundo para estar más cerca a los sus clientes, socios, colegas, superiores.
Se trata, entonces de pasar de su mundo actual a un mundo deseado.
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